domingo, 22 de enero de 2012

El Problema de Ser Humanos

En un principio dios creó la materia y de ella evolucionó todo. El simio surgió de la materia y el hombre surgió del simio. Pero, cuando comenzó todo, el hombre no se diferenciaba del simio: era un animal. Algunos han sugerido que hay un momento exacto en el que el simio adquirió consciencia de sí mismo, y que entonces se convirtió en hombre. Carl Sagan por ejemplo ha sugerido que con el desarrollo de los lóbulos frontales del cerebro, el hombre adquirió la capacidad de prever las posibles consecuencias de sus actos y que, entonces, sabiendo lo que posiblemente le deparaba el futuro, comenzó su peregrinar por el mundo.
Todas las disciplinas habrían surgido entonces de los lóbulos frontales: la ciencia, el arte, la religión y todo. La grandeza del hombre comenzó el día en que supo de sí mismo que no podía actuar guiado por el instinto.
Sin embargo, hay un problema grave en ser humano y no ser animal: la responsabilidad, el remordimiento, la culpa. Esa es la doble naturaleza del hombre, a la vez sufrir y gozar la grandeza de su pensamiento.
De modo que ¿Cuál es el correcto modo de vivir? ¿Se debe honrar la naturaleza humana haciéndose responsable de las consecuencias de nuestras decisiones o hemos de remitirnos a retroceder en el tiempo hacia el estadio animal hasta perder la conciencia de nosotros mismos?
Es una cuestión de perspectivas, es algo a lo que cada quien hallará respuesta. Sin embargo algo hay de cierto: se debe tomar una postura y no simplemente vagar entre el animal y el hombre. O se elige ser humano y gobernar a la naturaleza y al hombre mismo con franqueza y responsabilidad; o se elige ser un simio y se levanta la cabeza con orgullo al desnudarse frente a los demás porque se ha perdido la conciencia.


¿Animal o Hombre? Todo depende de la perspectiva con que se mire y se viva

La Música sí es un Lenguaje Concreto

Muchos maestros y compañeros ha habido que afirman que la música no es un lenguaje concreto. Dicen, entre otras cosas, que un la seguido de un sol no tienen la capacidad de expresar ninguna idea que proyecte nuestro cerebro; que un motivo en trecillos que asciende hacia la tónica no es capaz de dar a entender abstracciones como "auto", "intelecto" o siquiera "música". Pero, ¿es que acaso debemos considerar la validez de un lenguaje musical por medio de su similitud con el código verbal?
Si bien es cierto que, en este sentido, el código musical occidental no es para nada un lenguaje concreto, sí lo es cuando se le mira desde otros ángulos. Es indudable por ejemplo, que una cadencia específica crea una sensación de resolución que se manifiesta en tensiones y distensiones musculares en el cuerpo del oyente. Si qusieramos podriamos medir esta tensión en unidades matemáticas y calcular por un promedio el cambio que provoca un acorde de séptima de dominante en el cuerpo del oyente, y esto sería extremamente CONCRETO.
Ahora bien, medir la tensión de un músculo no resula del todo útil para el desarrollo del arte ¿o sí? pero lo que si resulta útil, es seguir por el mismo camino hasta hallar la base concreta de la música como lenguaje.
El cerebro percibe cieras cosas o, para ser exactos, recibe un estímulo a través de los sentidos que es interpretado por cierta área del neocórtex, y que después es asociado con otras áreas. Así pues, cuando un la de 44o Hz llega al oído, este mueve el tímpano, el yunque el martillo y el estribo, se transmite a los nervios auditivos de ahi al cerebro y... a partir de ahí, es asociado a ciertas áreas que nada tienen que ver con el sonido, pero que por alguna razón se activan. En el momento en que el sonido llega al cerebro no sabemos qué es, pero en cuanto el cerebro asocia las diferentes áreas para que trabajen en conjunto crea una percepción específica. Todo este jueguito tarda poco más de un ciento de milésimas de segundo; lo cual, aunque no lo parezca, es bastante lento.
Lás áreas que el cerebro asocia dependen de la experiencia personal de cada ser humano. Habrá quien escuche el arpegio de la primera inversión del acorde mayor e inmediatamente evoque la imagen de la casa de sus abuelos, porque estaba acostumbrado a escuchar este mismo arpegio en esa casa hace mucho tiempo. Así pues, su cerebro se acostumbró a activar la imagen de la casa junto con la del arpegio, ya que las recibía a la vez; tanto tiempo hizo esto que se volvió una costumbre y ahora este amiguito asocia una casa con la inversión de un acorde. Son estas asociaciones las responsables de que todo el numerito se venga para abajo. Todos aquellos que dicen que la música no es ningun lenguaje, hablan en realidad de que cada persona asocia con percepciones diferentes la misma nota: por eso la música no comunica una idea inequívoca. Pero... ¿Acaso el estímulo no es el mismo? ¿y la primer área activada en el cerebro? ¿Qué tan distinta puede ser la sensación corporal activada por el sistema nervioso de personas distintas cuando sus órganos sensoriales son sometidos a un estímulo de iguales características?
Este es el lado concreto del lenguaje musical: la música no trata de expresar ideas ni de comunicar ningun tipo de abstracción; lo que busca es generar una sensación específica por la activación de zonas precisas de la corteza cerebral auditiva. Es por ello que, quien estudie el lenguaje musical de occidente, así como la totalidad del arte sonoro, no ha de intentar buscar los vestigios de una literatura escondida en los poemas sinfónicos o la opera, sino más bien las sensaciones evocadas en el organismo por una armonía, melodía (de gran importancia en la música no occidental), ritmo o incluso timbre, que hacen que el cerebro le diga al cuerpo: esto es un danzón, y es muy bueno.


La partitura, al igual que el lenguaje escrito, describe características específicas del sonido como la duración, la intensidad, la altura y el timbre, todo ello con el objetivo activar un área específica de la corteza cerebral

martes, 3 de enero de 2012

Después de Oparin, ¿Qué es la vida?


La vida es una interacción constante, interminable; una increíble ilusión hecha de materia y química


¿En qué momento algo está vivo? ¿Todo lo vivo es consciente de su existencia? Si la célula es la unidad de la vida: ¿se sabe ella real? Hay dos problemas distintos en el ámbito de la existencia: la vida y la consciencia, y desde que surgió el hombre los dos han permanecido sin respuesta.
Hace un tiempo, sin embargo, un tal Oparin, al hablar del salto evolutivo desde los compuestos inorgánicos hasta la célula, dijo algo entre líneas; algo que tal vez no era siquiera su intención, y que iba más o menos así: "No hay tal cosa llamada Vida; no existe nada de lo que enorgullecerse, porque ni el árbol, ni el ave, ni el hombre viven: tan sólo son un puñado de polvo." (por supuesto estas no son palabras de Alexander Oparin).
Pero, ¿Y la conciencia entonces? ¿Y el valor de la vida? ¿Y el respeto, la moral y la filosofía? Se le llamó a esta señorita creada por Oparin el... MATERIALISMO ABIOGÉNICO. Abiogénico es un término que no parece tener tanta relevancia fuera de la clase de biología pero... ¿"Materialismo"?, y es que ¿A qué se refiere todo esto? ¿Acaso estamos destinados a creer que son las ideas un montón de materia sin vida? Desde este punto de vista, el materialismo abiogénico ha dejado de ser una señorita: Oparin ha creado al mismísimo Frankenstein.
Sin embargo, al igual que Mary Shelly, algo tenía de cuerdo el bioquímico ruso: algo había de verdad en las líneas de su "Origen de la Vida". Lo que Oparin resolvió en términos del debate de la existencia fue el problema de la Vida. A la pregunta "qué es la vida", él dio la espalda: "la vida no es" dijo, y sin tocar el problema de la conciencia, postuló que mientras más complejas sean las interacciones entre los componentes de un ente biológico, más complicado será comprenderlo: desde la célula hasta el cerebro humano; desde la roca hasta el chimpancé: que todos somos sólo materia inerte. Oparin empero, nunca habló de las "ideas", de la "consciencia" o del "amor". Y es que ningún bioquímico sabe de constrcutos, aunque debieran hacerlo. Él dejó el campo abierto para especular sobre ésto, quizás porque no tenía idea de hacia dónde podríamos llegar.
El materialismo abiogénico habla de "Interacciones": es decir, de relaciones. Sean éstas relaciones matemáticas o amorosas eso no importa; lo importante es que hay una dinámica que abarca a todos los componentes de la materia: esa dinámica es el "más" que debe añadirse a la simple suma de las partes. ¿Qué pasa si esas relaciones, que no pueden tocarse, olerse o siquiera sentirse, son la materia de que está hecha la consciencia del ser, la felicidad y la fe? No como en un simple dualismo que divida a la materia y a la idea apegado a la más pura herencia platónica. ¿Cómo saber si cuando la materia interactúa se generan relaciones medibles y que se perciben en el alma: compuestas por variables que se mueven una en función de la otra en un plano que siempre estuvo ahí y al que no hemos dado la importancia requerida?
Tal vez después de todo: después de Oparin y Haldane, del idealismo y el realismo; la vida es ese "más que la suma de las partes". Posiblemente lo que la vida es son ambas cosas: filosofía y ciencia; ética y método; arte, amor y microscopios...

Decisiones


Como el avión, la decision es rápida y precisa: se toma una vez, algún sitio. Si la ignoramos jamás vuelve a ser la misma



No hay calificativos válidos para las decisiones: no son negras, blancas o cafés; afroamericanas u orientales; no miden un metro y medio; no son siquiera redondas o cuadradas. Aunque "Decisión" sea un sustantivo y haga las veces de sujeto u objeto en la gramática, no lo es por ser una cosa, sino más bien por el hecho de que es una noción. Todos aquellos que claman tomar las decisiones correctas hablan por hablar: confían demasiado en ellos mismos. Y es que ¿cómo saber si es correcta una elección? ¿puede uno a caso regresar en el tiempo y vivir las otras posibilidades? Hay sólo algo de cierto sobre los caminos que se toman en la vida: están ahí.
Las decisiones que tomamos se adhieren a nuestro cuerpo y a nuestra historia; son como las cicatrices o las marcas de la piel que nunca desaparecen del todo. Si somos algo en este mundo es debido a ellas: a las pequeñas y las enormes; a las peligrosas y a las más simples. Nunca podremos librarnos de ellas; son a la vez cadenas y libertad. Hay elecciones en las pequeñas cosas: en el sabor de los pasteles y helados; en la profesión, y hasta en el momento en que dudamos entre una canción y la otra: sobrepasa su número al infinito mismo.
A mí me agobia la magnitud de las decisiones: me aterra su enorme repercursión en todas las cosas; no me gusta pensar que la materia que constituye la vida sean esos horribles sustantivos. Ellas son mi pesadilla; no acierto a dar un paso sin encontrarlas; me escupen en la cara, me arrojan objetos: se burlan de mí hasta el hastío. Y yo, cual roca acarreada por las corrientes marinas, me dejo llevar por su fuerza. Las miró y me miran, y en ocasiones las tomo de la mano; incluso las beso en la frente en los días de alegría o borrachera; porque, destinado a caminar a su lado hasta el fin de los tiempos, las respiro y soy su hermano. ¡Decisiones malditas! Son la cicuta que bebió Sócrates; son el soplo de Dios sobre el hombre de barro.

El Agua


El Agua, material como es, nos parece viva y consciente a cada instante. Bien lo muestra esta fotografía del invierno en Bariloche, Argentina.


No existe esa cosa a la que llamamos "Espíritu del Agua", y yo les diré por qué: aquel líquido transparente no son sino átomos de hidrógeno y oxígeno dispuestos de forma que luzcan como toda una escultura de Miguel Ángel. Y sin embargo, el mismo Haëndel le ha escrito una gran música al agua; Tales de Mileto, un completo anciano en la historia de este planeta, creía en el Agua como la "Cosa en Sí", de la que derivaba todo lo demás en este mundo. Después avanzó la ciencia, y ahora todos sabemos que es el agua tan material y común como cualquier otro objeto sobre la faz de la tierra; mas no han cesado las alabanzas a su símbolo: hay agua bendita en el cristianismo y agua sagrada que cae sobre los árboles en las sociedades más animistas. Incluso la ciencia alaba al agua: por su maravillosa forma cuando se compacta y forma glaciares, por su inminente necesidad biológica en el metabolismo de la célula: porque el agua no es cualquier refresco o bebida alcoholica; es EL AGUA.
A veces, cuando apreso entre mis manos parte del cauce de un río que corre, me maravilla pensar en el agua como en esa cosa sin vida que sin embargo late a cada segundo de su correr sobre la tierra. Es ella quien regresa siempre al mismo lugar tras recorrer el mundo por el cielo y el subsuelo, porque no tiene otro lugar a dónde ir. Al tacto es como un fantasma que se me escurre entre los dedos, y no puedo contenerlo dentro de mí, porque incluso si la bebo, sólo sacia mi sed a momentos, y después se larga cuando transpiro y orino en un baño público. Así lo sabía también Heráclito (aunque dudo mucho que él orinara en un baño público), y por ello describía al río como si tuviera vida, y se daba cuenta que era el agua en sí misma quien corría a pasos agigantados y se nos esfumaba en el infinito: no era nunca el mismo río aunque siguiese la misma senda. Yo quiero ser a veces como el agua y resbalarmele a todo objeto que se cruce por mi paso: ser de pronto duro y de pronto tan blando que flote y me eleve por los aires guiado por el viento cual ave en libertad. Y entonces vierto agua sobre mi cabeza al modo del bautismo y siento el correr de sus moléculas sobre mi cara. Ella se lleva con su pureza las penas que yo tenía clavadas sobre la piel cual mil gusanos que me comieren; ella me despierta suave y tenue, y se lleva la modorra matutina muy lejos para que no la encuentre. Ya después, se escurre esta señora por las tuberías de mi casa, y la escucho atentamente a pesar de no verla, para intentar en vano trazar su curso en mi mente, e imaginar que vuelo a su lado en dirección a ninguna parte.

La Misteriosa Orquesta


Interior de un Piano, fabuloso imitador de la orquesta. Paradójicamente el Piano no es un elemento común de las orquestas sinfónicas.


La muy famosa y refinada "Orquesta" de la música académica de occidente, no es más curiosa o interesante que una Banda de Jazz, un Mariachi o una Banda de Rock & Roll. Algo es cierto e indudable sin embargo: es más respetada. Se ha ganado su fama y su papel en el mundo con una larga trayectoria histórica y un intachable historial que dice: "Yo soy un conjunto musical serio, y nadie puede negarlo". La orquesta, a pesar de ello, no es tan "académica" como pretende ser: es un conjunto musical como cualquier otro, y lo único que busca, su deseo más grande y su razón de vida, es causar placer a quien la escucha. Hoy hablaré de la orquesta y diré cosas musicalmente idiotas; pero no pienso hablar del material vibrante, de la clasificación de los instrumentos ni de ningun tema parecido porque me hace querer vomitar. Hoy abordaré a los instrumentos más comunes en la orquesta sinfónica uno por uno y les adjudicaré personajes particualres que describan el carácter de su timbre. Esto no es un cuento sin embargo, es un artículo serio; si quieren pueden burlarse de él, pues a mi no me importa: finalmente, el objetivo del espacio en blanco es generar un cúmulo de sonrisas, sonrisas que sean más profundas...
El violín es a la orquesta como Jesucristo a la Iglesia Católica: más que simplemente su líder, es su Dios. A veces resulta inconcebible la cantidad de música destinada al violín y sus conjuntos derivados. Si ya de por sí las cuerdas son dentro de la orquesta la sección más utilizada por los compositores: el equivlente a nuestra nobleza europea; el violín es un caso exagerado. En ocasiones me he preguntado ¿Y por qué el violín? ¿Por qué si es pequeño y de un timbre chillón en extremo? Quizás sea por la perfección armónica y el balance de sus cuerdas pero.. ¿Por qué no el violoncello por ejemplo si es de un sonido mucho más dulce y acariciante (y volvemos al tema del dulce)? Probablemente la respuesta más obvia y simple es.... "Por el virtuosismo". Pensar en el violín es pensar en Paganini y... tengo que decirlo de esta forma: es un instruemnto de presumidos. No hay nada tan parecido a los solos de guitarra de Steve Vai en la música clásica que tocar en el violín un capricho de Paganini. Y es precisamente ese el punto de que sea este insruemto el elegido como concertino y 80% de las veces también como solista: la orquesta quiere probar lo increíblemente buena que es haciendo música. Sin duda es el violín también un hermoso instrumento.
El violoncello es otra historia: es uno de esos viejecillos sabios que son mejores que Einstein, pero prefieren mantenerse en las sombras de un pequeño apartamento mandando cartas a sus nietos y haciendo las compras a las 7 de la mañana. Es tan versátil que puede codearse con el violín a ratos y de pronto ser tan tenebroso que uno diría: esa música puede ser la banda sonora del mismísimo purgatorio. Le ha entrado al virtuosismo con personas como Yo-Yo Ma, pero se mantiene aún entre las sombras, es un héroe secreto. Si se me permite exponerlo así, yo diría que el Violoncello no es precisamente Batman, sino Bruno Días; aunque al cabo vengan siendo la misma cosa. Se dice que es el instrumento más similiar a la voz humana, y eso es ya decir algo.
La viola está dada al olvido, solamente algunos músicos locos escriben música para ella. Sin embargo, es una chica amante del café que visita los parques cubiertos de hojas en otoño. Es por eso que no se recurre mucho a ella: la creen una niña buena. La verdad sin embargo es que ella ha leído a Nietzsche y a Freud y sabe hacer música contemporánea incluso mejor que Schöenberg en persona. La verdadera razón de que no se le tome en cuenta es una especie de machísmo musical: todos prefieren al violín porque es Jesucristo ¿Quién iba a buscar a una Diosa? Es por eso que admiro a la viola: porque es un instrumento inigualable en calidad expresiva, pero cuyo nombre se mantiene oculto bajo el clamor de las otras cuerdas.
El Contrabajo es demasiado grande y robusto para ser considerado hermano de los tres anteriores: es un hombre gordo, pero un hombre que canta Ópera. Mejor dicho... él es un hombre cantando "Porgy and Bess". Y es que el Contrabajo es un ser de Jazz: es la estrella en esos lares, es comparable al bajo armónico del barroco aplicado al Jazz. Es por eso que a él le da igual si le escriben música o simplemente dobla el papel del violoncello: su lugar es ahí y en cualquier otra parte: él es tan versátil que, si quisiera volar, llegaría hasta la luna.
Basta de cuerdas: hablemos de instrumentos en los que hay que soplar. La flauta transversa es un pajarillo.... bueno, en realidad es un tubo metálico, pero tiene la voz de un maldito canario. Esto es porque tiene un timbre muy puro: es como la Vírgen María, sólo que, a juzgar por sus jugueteos con la música moderna, yo le quitaría el calificativo de "Vírgen". Es uno de mis timbres favoritos por su capacidad de ser como un dulce en la boca, otravez... La escucho de pronto y es un amor; y en otras ocasiones dice cosas tan disonantes que es com una chica punk drogada recitando una novela del Marqués de Sade. Pero, ambas cosas son hermosas, porque al fin y al cabo es una chica linda disfrazada de tubo metálico.
El oboe es otra historia: todo mundo lo ha olvidado. Es un instrumento que más bien pareciera reliquia (a excepción de algunas piezas modernas muy extrañas). Pero... ¿Por qué odiamos tanto la idea de un Oboe además de por el simple hecho de que salió en American Pie? Seguramente la razón es la siguiente: el Oboe es puro ACADEMISMO. Sí... "academísmo". No hay jazz para oboe, ni música popular para oboe ni nada por el estilo.. el violín tiene a Paganini, la trompeta a Miles Davis, la guitarra a Jimmi Hendriz, y hasta el Clarinete tiene a las bandas Dixieland. Pero el oboe no tiene nada de divertido: todo lo que toca es música clásica. Música ABURRIDA. Bueno... en realidad, no es que sea música poco divertida, sino que la música clásica requiere un esfuerzo mucho mayor que la popular: uno tiene que poner atencion de principio a fin por una hora y, normalmente, eso es asfixiante para cualquier jovencito. Es por eso que para mí, el Oboe es un historiador renombrado: nadie le hace caso, pero tiene en sus manos la sabiduría de todo el universo.
El Fagot por su parte, con su misma doble caña y todo, es un poco más reconocido que su hermano el Oboe. Y es que el Fagot es un payaso. Uno de esos que se maquillan de blanco y se colocan una enorme esfera roja en lugar de nariz. El Fagot sin embargo, no era ningún payaso al principio: las circunstancias lo hicieron convertirse en lo que hoy es. El cine de Chaplin y hasta hoy en día el de Hollywood lo han hecho aparecer como el "hazme reír" de la orquesta. Aunque, cuando yo escucho conciertos para Fagot del barroco, incluso del periodo clásico... a mí no me parece nada cómico: más bien lo encuentro serio como un psicólogo que cobra la hora en un ojo de la cara. Es por eso que concluiré así: el Fagot es un psicólogo que se disfraza de payaso.
El Clarinete, como ya lo dije, tiene tanto al Jazz como a la música Clásica: es amante de las dos, y se acuesta con ellas a la vez sin siquiera disimularlo. Es muy apreciado como solista entre los alientos de la orquesta de Occidente, pero también se codea con el Sax de las Big Band (de él hablaré otro día). En lo particular, no es un timbre que me agrade: tiene pocos armónicos y es aburrido en el agudo. Mas, dejando de lado el gusto personal, si hiciera una encuesta tendría una lista de millones de páginas titulada "amantes del clarinete"... encabezada por Calamardo, por supuesto. Es por eso que yo veo al Clarinete como una estrella de Rock que estudia la universidad (el Lou Reed de la Orquesta): se acuesta con todo tipo de música, pero es más culto incluso que Isaac Newton.
Tenemos también a la trompeta: otra prostituta. Ama al Jazz, pero tiena aventuras con la Orquesta. En realidad, talvez antes era al revés: era un instrumento de occidente hasta que Louis Armstrong la usurpó en medio de la noche. Tiene un timbre firme como de comandante, pero suave en el fondo. Es anímicamente tan susceptible al cambio, que bien puede utilizarse para decir: "te amo", como para ordenar: "ve y pégate un balazo en la cabeza". Es por esta y muchas otras razones, como el hecho de que sea de metal brillante, que yo la visualizo como una mujer en el ejército.
Con el Corno Francés hago una excepción: él no es ningun personaje. Él es un ELEFANTE. Sí, un elefante. Su timbre es igual al del animal, sólo que musicalmente más ordenado y lindo. Se dice que es complicado de interpretar y tiene el tubo cónico más extraño que he visto en mi vida. Parece una serpiente maligna enroscado así: ¿A quién se le ocurrió?. Sin embargo, su forma lo hace efectivo: tiene un timbre tan pastoso y pesado que me hace querer bailar como el Oso Baloo. Así lo considero yo: como un elefante que habla.
El Trombón es de otro mundo: es el instrumento oficial del temido infierno. Cuando yo bajé allá y vi al Diablo de frente, él tocaba el trombón sentado en una silla enorme... y alrededor todos aplaudían. Su timbre es pesado como mil toneladas, y es más desgarrante que una bala penetrandome en el pecho. Es casi incapaz de ser amable, aunque lo ha logrado algunas veces. Y normalmente se le usa para simbolizar al mal y al peligro. Sin emabrgo, también tiene lo suyo: no hay instrumento más genial en el lado oscuro que el Trombón. Yo lo veo así... "Trombón: eres un genial doctor malvado... eres Jack the Ripper".
Ya por último y para no aburrir, las percusiones: esas cosas sin vida.
Los Timbales parecen ollas para hacer carnitas, pero tienen algo que ningún otro instrumento: al golpearlos la orquesta pasa de decir "te quiero" a "te amo con toda el alma" o... de decir: "estoy molesto contigo" a "Voy a empalarte y arrancar toda la piel que cubre tu cuerpo". Tiene tanta expresividad como instrumento de percusión que es único en el mundo, y por eso él es un Tío lejano que se apasiona con los recuerdos de antaño y el Rock de los 60s... es firme y es hermoso.
Para no abordar a todas las percusiones que son infinitas y apasionantes, tomaré de entre ellas a mi favorita para cerrar el escrito: la Marimba.
La Marimba tiene una leyenda tatuada en el pecho que dice: "Soy de Latinoamérica". Y yo no sé si eso será verdad, pero ella lo cree con toda su alma. Su timbre es como madera arrancada del árbol: se puede sentir su sabor en la lengua cada que alguien golpea una de sus piezas. Es un platillo exquisito y por eso la clasifico como un chef: uno mejor que Gusteau o Remi, es un cocinero increíble que cada día nos regala un platillo nuevo.
Así pues, me harté de escribir, y seguramente ustedes también de esuchar lo que digo. Esta es la orquesta: la misteriosa orquesta. El conjunto al que tanto respeto; el grupo musical que tan formal me parece; pero que es en el fondo la simple unión de un cocinero, una chica disfrazada de tubo metálico, un historiador, Jesucristo, un viejecillo, un elefante..... así como mil cosas más, entre las que estarán incluídos ustedes el día que la miren frente a frente y le den a este escrito toda la razón...

El Sabor del Dulce

El hecho de que sean caramelos, chocolates o gomitas no importa; cuando mi lengua roza cualquier tipo de dulce y mis papilas gustativas reconocen su sabor acariciante, de pronto me transporto a un lugar muy lejano hasta perder el contacto con la tierra. No es el simple hecho de buscar en la comida una sensación corporal u orgánica que active mi sistema nervioso lo más importante; sino el caer en la cuenta de que esa sensación, con sus implicaciones físicas y todo, sea capaz de elevarme a tal grado de despegar metafóricamente mis pies de este planeta. ¿Es que acaso buscamos por alguna razón el sabor acariciante del dulce en los momentos de dificultad sobre cualquier gusto ácido o picante? ¿Qué tiene la suavidad del caramelo que no tengan la sal o la pimienta? A mi modo de verlo, es simple: el efecto del dulce en la boca es envolvente, inspira a comer más; es como un abrazo tierno y sutil que me toca hasta el alma y me hace sentir que no estoy del todo solo. Quizás, después de todo, sea el dulce lo que de sentido a las alegrías de esta vida. Pero no simplemente el dulce compestible: también la pintura que acaricia; la música suave y sugerente, o las palabras ordenadas de tal forma que nos envuelvan lentamente hasta tomarnos entre sus brazos. Lo importante es saber que no estamos solos. ¿Qué importa si no hay nadie que comparta con nosotros la alegría del dulce? Y si acaso ese alguien existe ¿No será acaso más grande el placer acariciante del chocolate sobre la lengua? En realidad, es probable entonces que esa sensacion parecida a un abrazo sea la finalidad de muchos de los grandes actos humanos. Quizás incluso el dulce sea un objeto por medio del cual buscamos crearnos compañeros ficticios. Y es que esta curiosa especie humana, con sus enormes soledades, ¿no sería después de todo tan inteligente y capaz como para crear al dulce, tan efectivo y placentero por definición? ¿Es acaso éste una especie de autoconsuelo que el hombre inventó para sobrellevar el enorme dolor de sus penas?... Sea como sea, el dulce está ahí, y su utilidad humana y anímica se ha de convertir en un asunto incuestionable.





El Dulce eleva y reconforta: es un artificio del hombre para el hombre.